El bendito/maldito hijo sombra

El bendito/maldito hijo sombra

24 mayo, 2021 Sin categoría 1

Dícese de ese hijo con capacidad de sacar lo peor de ti, llegándote a sentir avergonzad@ y/o culpable de lo que sientes dices o haces.

¿Por qué me desbordo con este hijo?

  1. Porque te muestra una parte de ti que tu tienes negada (lo que no conoces de ti).
  2. Porque te muestra una parte de ti que no toleras (lo que rechazo de mi).
  3. Por puras expectativas egoístas. Es quien es, y no quien yo necesito que sea.

Menudo asunto esto de la parentalidad consciente, que te pone en toda la cara el inconsciente. No hay una casa, no hay un padre ni una madre en la faz de la tierra (si lo hay, yo no le conozco) que no se sienta más afín a uno de sus hijos (normalmente el que le muestra su deseo y su parte libre) y el hijo más sacrificado, el que lleva la carga de lo no resuelto por sus padres ¡ese!, con ese pobre… ¡todo el día en guerra! convencidos de que no nos lo pone fácil.

Muchas veces me habéis escuchado decir que la parentalidad es una cuestión biológica, pero la crianza es un acto reflexivo que requiere de una madurez emocional tal, que la mayoría de los padres y madres nos vamos enterándonos de la película según se va retrasmitiendo.

Hoy os invito a sentaros 5 minutos, a leer esta reflexión con la que no espero trasmitir ciencia, pero si un poquito de luz con la que poder poner claridad a esos nudos eternos en los que nos enganchamos con ese hijo/a con el que la ambivalencia “te quiero/no te soporto” cobra vida propia. Y así si algo se libera en ti, se liberará también el él/ella.

La sabiduría popular siempre va de avanzadilla y es un saber compartido el clásico “se llevan mal porque son iguales” o “no se soportan porque son muy diferentes” ¿En qué quedamos? Pues que ambos son verdades relativas.

La experiencia de rechazo, amenaza, o ambivalencia que experimentamos con nuestros hij@s está estrechamente relacionada con nuestro propio proceso de crianza y con nuestra herida primaria (distancia que hay entre lo que necesitamos y lo que recibimos de nuestros padres).

Cuando nos convertimos en padres solemos tener una idea (a veces muy meditada, otras no tanto) sobre lo que queremos y no queremos replicar de nuestra familia de origen con nuestros hijos, el problema es, que la mayor parte de las veces, no sabemos que al convertirnos en padres resonaremos con su momento evolutivo; En cristiano: se despertarán aquellas experiencias inconscientes almacenadas en los más profundo de nuestro cerebro que se crearon en un momento evolutivo similar al actual de nuestros hijos y (esto es lo que marca la diferencia) que no han sido MENTALIZADAS anteriormente = que no las hemos hecho conscientes.

Aquí, justo aquí es donde se lía parda porque las emociones y reacciones de nuestros niñ@s nos hacen sentir incómodos y empezamos a descubrirnos, sintiendo rabia cuando el niño llora, notando presión cuando me reclama repetidas veces, sintiendo rechazo ante sus errores, desbordándome de miedo de que le pase algo, etc.

En esta interacción inconsciente en la que nos ponemos mal con una expresión genuina de nuestros niños (algo que dice, hace o siente me incomoda) lanzamos una respuesta reactiva que puede ser desde un ¡cállate ya! hasta una mirada de rechazo/desprecio; los niños activan su sistema de protección y trata de adaptarse a la situación.

¿Cómo?

1º ETAPA lo que su biología le manda; reclamar nuestra cercanía, volverse hostil, rabioso, o evadirse, desconectarse pasar de todo.

Ejemplo: niño cuyos padres no toleran el error porque tienen pupa de valor (equivocarme es perder el cariño) pide ayuda en exceso o se niega a hacer la tarea. Ambas son respuestas adaptativas ante la sensación de tensión que le produce la evaluación.

2º ETAPA si ninguna de las señales que nos mandó consiguieron modificar la propuesta relacional, se termina rindiendo y aceptando como verdad nuestra lio mental.

Ejemplo: siguiendo con el ejemplo anterior, en la última etapa de la infancia cerca de la adolescencia empieza a cristalizar una identidad híper exigente (nada es suficiente) o indolente (paso de todo).

Este es sólo un ejemplo de miles en los que la transición del dolor es una cuestión RELACIONAL y NO GENÉTICA.

El trabajo reflexivo que debemos hacer los padres para romper este bucle conlleva una revisión de nuestras heridas y un trabajo de gestión emocional muy importante, guiado por tres preguntas y una afirmación que debemos repetirnos como un mantra desde el adulto que somos:

¿Qué me incomoda de su estado emocional?

¿De qué me estoy defendiendo?

¿Qué necesita realmente de mí?

“SOY MÁS GRANDE, MÁS AMABLE Y MÁS CAPAZ”. Esta es la afirmación que proponen Hoffman y Cooper en su modelo Círculo de seguridad, y creedme que ¡funciona!.

No hay recetas mágicas en la crianza, pero si caminos que podemos explorar si sentimos la necesidad de transformarnos en mejores personas, si después de atravesar las tormentas de alta intensidad emocional podemos tocar tierra, reflexionar, y preguntarnos ¿HE SIDO/SOY UN EJEMPLO DIGNO DE IMITAR PARA ÉL/ELLA?

Con todo mi cariño, desde mi imperfección de madre despierta, os confieso que hay días que me encantaría volverme a dormir y ¡que viva la inconsciencia! Por suerte o por desgracia, este es un camino sin retorno así que tomémoslo como lo que es “un proceso” y acompañémonos con las dos únicas armas infalibles, EL CARIÑO Y EL SENTIDO DEL HUMOR.

Cynthia Santacruz.

Una respuesta

  1. Lourdes dice:

    Que bonito es leerte Cynthia. Echo de menos tu cariño, dulzura y compresión.
    Qué razón tienes, nuestros hijos hacen que resurjan cosas que hemos intentado ocultar, inconscientemente. Qué difícil es ser “buena” madre. Yo aquí sigo con mis más y mis menos, intentando quererme y comprenderme. Y en medio de todo esto queriendo ser buena madre…
    Bueno, gracias por existir y por ayudar a tanta gente. Un beso

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